miércoles, julio 11, 2007
Directo de Puerto la Cruz: !las chamas!
Migración de Escrúpulos XXXV
Dijeron que eran 2, pero llegaron 3 al aeropuerto. Como buenas orientales, no les importó que tuviera un estudio del tamaño de una caja de gatos... donde caben 1, caben 2 y 3 y 4. Pero no importaba, por fin me ponía en contacto con mis compañeras de infancia de La Consolación, 10 años después. "Ay chica, tu siempre fuistes la rara del grupo, con esas cosas dizque de arte y vainas locas...", me decían, al tiempo que sacaban el encurtido de pepitona picante en un frasco de mayonesa usado. La gracia le había costado a Akîl una detención por 6 horas en Inmigración. "!A la verga chama! En cuanto vieron el pasaporte libanés los tipos se volvieron locos haciéndome preguntas", me dice ella, más oriental que un chorizo carupanero.
Más que comprar, las chamas no vieron la luz del día de tanto tiempo que estuvieron en los Malls. La casa estaba llena de carteras de imitación, camisitas Lacoste y Guess rosadas y lentes Technomarine, también rosados. Aunque apenas nos podíamos mover, a las chamas les quedó energía para enseñarle a bailar reggetton a mi novio gringo. A mí no me quedó energía para traducirle las letras de las canciones -lo último que se baila en las discotecas de Puerto La Cruz- a mi chico, pero no pude parar de reír.
La tierra del Cacao escribió sobre las chamas. El post, titulado "El calor de oriente", es el más encantador homenaje a la clase media de provincia que he podido leer. Ella las llama "Las Meninas". Otra amiga, exiliada política en Miami, usó el menos piadoso adjetivo de traidoras. "No me pidas que conozca esas (agarrando aire)... chavistas; no me mezclo con basura", escupió ante mi estupor.
Son chicas profesionales de buenas familias, solteras, divertidas, orierrrtales como yo... mis amigas. Mi corazón no conoce -ni quiero conocer- otra distinción diferente a esa.
Además, tampoco son chavistas. Son simplemente la última generación criada bajo el Pacto de Punto Fijo... como yo.
Las "Meninas" orientales son un producto de esa Venezuela adeca, alegre e irresponsable que aún se esconde en las ciudades del interior bajo el disfraz de la pomarosa. Son rojas por fuera, blancas por dentro, y (algunas) trabajan insertadas en la administración pública de ciudades que nadie se acuerda. Viven del día a día, porque los años no dejan de ser iguales; por eso viajan. Suelen cargar como equipaje, además de las pepitonas picantes, los chismes de todas esas personas que hace tantas décadas uno dejó de ver... ¿Cómo negarme a su dulce compañía sabor a ponsigué?
Gracias a edgar8a_vzla por las fotos
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
¡Qué bueno que hayas retomado las teclas!, por cierto, asómate en mi taguara que te dejé el trofeo de la liga de softball de La Candelaria con otra mano de pintura. Ahora dice: "Premio al mejor blogger" ¿Sabes?, la crisis mana.
Publicar un comentario