viernes, febrero 05, 2010

Que molleja e frio

Cuando vivía en Puerto la Cruz, en Venezuela, soñaba con conocer la nieve. Mi deseo fue concedido en las navidades pasadas, aunque confieso que apenas pudimos del chalet a jugar con la mierda blanca esa, por cuando estábamos tullido del frío.

Ahora sueño con nadar en una playa de aguas tibias y recibir los besos del sol tropical mientras observo en el espejo el amarillo apio de mi piel y escucho en la radio el pronóstico del tiempo en San Francisco: frío, pero no congelado. No está mal, al menos hay sol, aunque tenga la intensidad de la erección de un hombre de ochenta años.

Vivo en el primer mundo y un sol de tercera apenas sonríe en el cielo.
No me importa, la gente sonríe.

En mi país, una mueca de disgusto permanente mezclada con gotas de sudor tiene secuestrada la alegría de la gente. Les han removido la esperanza quirúrgicamente y postales de blanco inmaculado les susurran en el oído que deben escapar.

Algunos no tuvieron opción y le cantan al calor de Maracaibo enterrados en el hielo de Cánada, pero con energía suficiente para cantar. ¡Qué molleja e' frío, pero estamos juntos!

Al mismo tiempo pienso en la Siberia que Ryszard Kapuscinski describe durante su viaje al IMPERIUM: un lago con bloques de hielo que sirven como tumbas para la gente que murió en los campos de concentración soviéticos, hombres y mujeres que se quedan viviendo en las celdas luego que su opresor se va porque no saben como se vive en libertad, revoluciones populares de una sola voz...


Nieve en Tahoe

jueves, febrero 04, 2010