lunes, abril 21, 2008

La corta y maravillosa vida de una utopía caribeña

Migración de escrúpulos LX

Hoy me siento un poco feliz y un poco triste.

Un poco feliz porque acabo de romper mi marca al leer un libro escrito en inglés en menos de 3 días, lo cual es un logro. Sí, ya sé, eso lo puede hacer mucha gente; pero desde hace algún tiempo decidí que el parametro de mis triunfos y fracasos soy yo misma. Ya la tengo bastante dura aquí en gringolandia como competir con mis pares sobre quién es más cool en un país que ya no habito.

Fue un viaje de 335 páginas, muy intenso y a ratos doloroso. Es doloroso reconocer que ese Macondo maligno y olvidado por Dios que describe Junot Diaz no es solo Santo Domingo, sino también Venezuela. Un lugar atroz donde Kronos se devora a sus propios hijos para luego usar sus huesos como palillos. No pude evitar llorar cuando The Brief Wondrous Life of Oscar Wao llega a su fin... un gordito-pendejo más aniquilado por sus creencias, por meterse con el fantasma de Chávez, perdón, Rafael Trujillo.

"Qué más ciencia ficción que Santo Domingo? ¿Qué más fantasía que Las Antillas?", destila Junot.

Tierras atroces las nuestras, cogeculos maléficos, donde el amigo de mi enemigo es mi enemigo. Nadie se salva, ni el próspero empresario que se hace la vista gorda ante la maldad para cuidar su pellejo, ni la mamacita que sueña con un príncipe de cualquier calaña sin darse cuenta que podría ser su Macbeth caribeño. Mucho menos un jovencito enamorado de sus propios ideales. Exilio, violación y muerte es el saldo cuando vives en el Corazón de las Tinieblas a la orilla del mar.


Oscar me recuerda a los reclutas, mocosos venezolanos, que salieron con sus novias de paseo buscando el amor en medio del despelote de la Plaza Francia y amanecieron en el medio de los matorrales con un mosquero en la boca.

Beli me recordó a mi hermana con su pasión, su anatomía explosiva, sus ojeras. Hoy, cuando me encontré otra foto, me devolvió una mirada triste. La misma mirada de todas las niñas enterradas en vida en vertederos de mierda, perdón, pueblos. No saben como me cansa llorar.

Lola me recuerda a mi, nadando en el medio de un mar de promesas para evitar ahogarse. Vamos en la sueño americano, tratando de no ahogarnos en medio de olas migratorias, tiburones xenofóbicos y nubes de nostalgia.

Espero poder llegar. Hoy me demostré a mi misma que disfruto remar en un idioma ajeno, a una velocidad decente. ¿Qué viene ahora?

Escribir para poder dormir.

Pintar para no llorar.


el escape.jpg

miércoles, abril 16, 2008

Cambios :)

Hola queridos lectores...

Aprovecho la oportunidad para anunciar algunos cambios:

- De ahora en adelante los capítulos de La Jaula de Oro aparecerán en un blog privado con el el mismo nombre (http://lajauladeoro.blogspot.com/) por razones de derecho de autor y pendejadas editoriales. Si deseas seguir leyendo la novela, tan solo escríbeme o déjame un comentario en este blog (el cual no publicaré para proteger tu identidad).

- La columna Migración de escrúpulos seguirá publicándose como de costumbre :)

Gracias por apoyarme durante estos casi 4 años que llevo escribiendo.

domingo, abril 13, 2008

Sucedió en CaraCaos





MIGRACIÓN DE ESCRÚPULOS LIX

"Como en Caracas todo está candela, hay que mover la cadera", suele decir un amigo. El punto es que no hay límites. Es un incendio de emociones, una paradoja política, una hipérbole humana... como el femur humano que Cacao se encontró caminando en la calle.

O como el mendigo que violó a una perrita hasta matarla, como relata Luis en un comentario demoledor sobre el último Migración de Escrúpulos que escribí. Su anecdota me dejó fría, asombrada y me hicieron coincidir con él. "De verdad, no se dónde he vivido, que me he mantenido alejado de toda esa baba sicotica", dijo.

Baba sicótica. Ciudad esquizofrénica. ¿Álguien más tiene algo más que decir? ¡Pues claro! Mucha gente tiene un grito ahogado en la garganta. Otros simplemente ya enloquecieron y hablan de meterle niples por el culo a la gente, mientras las cenizas de un cadaver enturbian la vista al Ávila.

¿Pero porqué hablamos de política... otra vez? No es necesario tocar ese tópico tan gastado cuando un cochino flota en las aguas del río Guaire. Sucedió en diciembre del 2007, a la altura de La California Norte. Los conductores estacionaron sus carros en plena autopista Francisco Fajardo para ver el portento rosado flotando por las putrefactas aguas. "Si fuera un cadaver, Ok. ¡Pero un cochino justo cuando todo el mundo se está comiendo un cable (1)! Un verdadero crimen.

¡Ah! se me había olvidadod decirles que en mi ciudad es la capital de una Cagada de país donde el criminal manda y las autoridades se esconden. Sólo en Caracas, el policía te da una descripción detallada del violador de turno que ronda los precintos de tu universidad para que puedas correr tan pronto como lo veas. "¿Porqué no lo atrapan?" pregunté ingenua en aquella ocasión. La respuesta fue la misma que en otras situaciones:

"NO ES MI PROBLEMA", dijo.

No fue el problema de los vigilantes de turno de la universidad cuando una piedrita se deslizó hirviendo entre mi pecho. Al sacudir mi blusa no encontré un meteorito sino una bala. El susto dió paso a un ataque de pánico y la reacción solidaria de mis compañeros de clases. Sin embargo, el vigilante sólo subió los hombros como respuesta y nos aconsejó partir antes que llegara otro proyectil traviero. Simplemente:

"NO ME PAGAN PARA ESO", dijo.

No fue el problema del dueño de la librería en Las Mercedes cuando el cuidacarros sacó un bate escondido detrás del matorral para golpearme por la escasa propina recibida. Un carro con seguros automáticos -aunque no tan buenos vidrios- fue mi salvación en esa ocasión que se convirtió, una vez más, en otra anecdota real de nuestra Babilonia favorita.




La última vez que estuve en Caracas, un pitbull era el protagonistas de las páginas rojas. Al parecer Roque (así se llamaba el perro) se comió a mordiscos a un niño de dos años, mientras su mamá llenaba unos pipotes con agua. En esta historia de crueldades innecesarias (al perro lo tenían amarrado con un alambre y fatalidades previsibles se cuela lo inverosimil, en su versión más bizarra. Y para muestra un botón:

Un novel agente simulaba ladrar para llamar la atención del perro mientras que otro colega aprovechaba el agujero de una lata de zinc para gritar "Roky, entrégate que estás rodeado". (Diario El Universal)

Me cansé de adjurarle a Hank que el relato del periodista no era producto de una rasca (3) con una guarapita "envenenada", que era algo "normal" en Caracaos. "¿Normal?', replicó, dejando en evidencia que había perdido mi capacidad de asombro.

¿Pero que hago? Soy hija de la violencia. De tanto andar Por estas calles solo me queda decir como Eudomar Santos: "Como vaya viniendo vamos viendo". O como el grupete de anarkonostálgicos de FaceBook: "Fuck you, I am from Caracas!











GLOSARIO DE VENEZOLANISMOS:

comer un cable (1): Pasar necesidad material, estar en una mala situación económica.
UCV (2) Universidad Central de venezuela... my universidad
Rasca (3) borrachera


CaraCaos es la manera como María Antonieta Madrid llamaba a mi ciudad en su obra "De Raposa y de lobos".

martes, abril 08, 2008

"Apalangrar" o del periodismo sin culpa

La Jaula de Oro XII

Cuando el Catire me tocaba las tetas, me las dejaba como biscochos recién horneados listos para remojar en leche tibia. Los pezones se me ponían como conchitas de naranja que expelían perfume al sentir presión. ¡Qué delicia!

Con la excusa del cansancio, me senté encima de sus piernas. El Catire ni se inmutó y siguió su conversación sobre alguna pendejada intelectual que no me interesa. El pana pretende ser demasiado cool como para perder el tiempo en explicarme el contexto y dejarme participar en la conversación como corresponde, pero tampoco me importa. Lo único valioso para mí -en ese momento- es su mano boy scout debajo de mi falda, intentando llegar al manantial escondido dentro de mí.



"Catire bello, mi audaz espeleólogo, te mereces una medalla", pensé, camino al baño. Sentía las miradas masculinas clavarse en mis tetas y eso me excitaba aún más. Ya dentro del baño me retoqué el maquillaje, me acomodé el pezón travieso dentro de la camisa y me quité la pantaleta, hecha una sopa.

"Puta, eso es lo que eres", me dijo una mujer justo al salir del tocador. Al voltear me encuentro a mi jefa, vestida -muy acertadamente- con una camisa blanca de seda y con un maquillaje que acentuaba sus ojos azul intenso. La muy atrevida se tomó su tiempo para estudiarme y luego me estampó un beso leve en los labios. "Ni siquiera usas pantaleta" dijo, mientras yo apartaba su mano de la raja de mi vestido.

¡Qué desagradable! La gente se toma unos tragos y se vuelve loca... enfrente de todo el mundo." En esas pendejadas venía pensando cuando me encuentré al Catire instaladísimo hablando con mi hermana Eloísa. Del tiro, la sequía acabó con mi vergel. No es que no la quiera, pero tampoco me gusta que mi "aventura de una noche" se convierta en una reunión dominical.

Porque eso es justamente lo que es Eloisa: un matiné de películas Disney con príncipes bestias y plebeyas hermosas incluidas.

"¡Estoy gratamente sorprendido con tu hermana! Hablábamos de política y Eloísa ha demostrado ser una persona que lee periódicos, después de todo", dijo el semental mientras jugaba con la punta de su pene a través del bolsillo.

No quise reaccinar... aún. Solo quería NO perder la fe en mi hermanita y no me defraudó. Se inclinó a darle un beso en la mejilla para despedirse y le susurró algo en el oído. La calentura que las quirúrjicamente perfectas tetas de mi hermana originaron en el Catire se convirtió en hielo. El hombre se convirtió en ratón y el asiento en gato.

-"¿Qué le dijistes, hermanita?".
- "No seas curiosa, Tatiana... Beso".

Honores a quien lo merece. Cada quién lucha sus batallas como puede y a mí me estaba esperando una a capa y espada. Además, no quería irme sin lo mío esa noche.

Amor de geeks

-"¿Entonces Catire?"
-"¿Entonces qué, Tatiana", exclamó con agresividad. "¿Cómo va la revolución?
-"¿El trabajo? Bien gracias. Por cierto, en estos días hablábamos de tí en El Imparcial."
-"¿Cosas buenas o malas?"
-"Nos acordábamos de cómo nos partíamos el culo trabajando para tí en La Justicia mientras tú se lo partías a las pasantes."
-"¡Qué tiempos aquellos! ¿Verdad, Eloísa? Ahora mírate, una periodista hecha y derecha que parte y reparte en los pasillos del Congreso."
-"Aprendí del mejor palangristra: tú. Lástima que estás en picada."
-"¿Qué tu sabes? No me va nada mal, querida. Y a tí te podría ir mejor si te dejaras "aconsejar", dijo Catire mientras me invitaba a sentarme encima de él.

Ya en sus piernas, Catire me dió una tarjeta que casi desecho después de aspirar. Pero sus gestos me detuvieron a tiempo. El nombre y el teléfono, escrito en una caligrafía conocida para mí, me devolvieron la lucidez.

-"¿Qué es esto, Catire?" dije alarmada.
-"Esto es una cordial invitación a colaborar con nosotros. Nos gusta como escribes, qué te puedo decir", dijo, esgrimiendo su sonrisa más seductora.
-"Pero tú sabes que trabajo para el gobierno, perdón, (mirando para los lados) la revolución. No voy a arriesgar mi posición para cambiar a guatepeor."
-"¿Qué pasó con la periodista que creía en el libre albeldrío y en la democracia?"
-"Bien gracias, ahorcada con las "cómodas cuotas" de un carro y un apartamento nuevo..."
-"¿Qué pasó con tus ideales de justicia social? ¿Y con..."
-"Verga Catire, tu si hablas guevonadas", exclamé mientras agarraba la cartera. Pero el galán de otoño me detuvo con una cifra escrita en el mismo jodido papelito. Cifra que yo taché para escribir mi precio: hay una gran diferencia entre una puta y una cortesana.

-"Tu si tienes bolas, Tatiana".
-"Bolas no, una pepita bien, pero bien peluda. Si quieres te la enseño", dije, sin terminar de tomar mi cartera Furla.
Catire tomó mi mano y la besó. Luego empezó a chupar mis dedos con fruición. "Si escribe también como coge, yo quiero conocer a tu amiga."

Dark rainbow (detail 2)

viernes, abril 04, 2008

Bye Bye Caracas

Migración de escrúpulos LVIII

(Artículo que comencé el 01/10/07 y terminé hoy)

De todos los malos ratos que pasé en Caracas, ninguno se compara en crudeza al que viví cuando cursé el taller de narrativa del Celarg. Tenía tan solo 19 años y estaba muy feliz de haber sido seleccionada, por cuanto representaba una oportunidad para mejorar mi pluma, que aunque tenía momentos luminosos, era disconexa en general... como mi vida.

Aún recuerdo mi primer día. Estaba vestida con un taller de falda corta, por cuanto venía de trabajar de la oficina. Cuando entré en el salón la clase estaban hablando justamente de mí. Al parecer el profesor no me reconoció, por cuanto hizo un comentario salaz sobre mis piernas y luego me invitó a salir. Así, de esa manera tan embarazosa, comenzó mi aventura literaria en colectivo... muy mal.

De esto me acordé cuando uno de los compañeros del taller, diez años después, dibujó una horrenda caricatura de mí en un ensayo que le publicaron en una revista en España. Y como si no le hubiera bastado con ello, me invita a leerla y me dedica públicamente el primer párrafo. Por supuesto, todo en un tono tan exquisito que no cabe ni los arranques de histeria ni la mala educación.
Y me sentí mal. Me sentí mal de cuántas veces leía mis cuentos en espera de alguna crítica constructiva mientras mis compañeros me miraban las tetas o intentaban hurgar entre mis piernas con la esperanza de verme las pantaletas. Me sentí mal por todas esas risitas que compartían en grupo antes de hacerme un comentario demoledor del tipo: "¿porque no vuelves a escribirlo?", "me recuerda a Calver por lo pobre", "¿no ha pensado en meterte a modelo?", "creo que deberías reconsiderar seriamente tu vocación literaria".

Lo hice, para mi propio infortunio. Decidí dejar de escribir literatura y dedicarme al periodismo. Luego abandoné la sala de redacción para (intentar) convertirme en la esposa perfecta. Posteriormente, ante la evidencia de mi propia mediocridad como consorte, me ofrecieron la opción de convertirme en accesorio de oficina, pero me parecía más tentadora la oferta del suicidio... Había tocado fondo.

Gracias a Dios un ángel vino en mi ayuda y me devolvió a los brazos de mi viejo amante: la literatura. No quería morir, por cuanto privaba en mí el afán de documentar lo que me estaba pasando. Y escribí sin descanso sobre mi jaula de mediodía, mis cadenas de oro, mi desamor. En total pude salir a flote gracias a una balsa construida con 600 poemas. Ellos nacieron de mí como ramas de una hidra que no pide permiso para tomar su espacio. A ese nivel de desesperación me importaba un carajo lo que pensaran de mí, así que me reinventé a mi misma y salí a la calle a clamar desencanto.


Las palabras son como hijos: una vez que abandonan el hogar materno nunca regresan... gracias a Dios.

Agradezco haber vivido ese momento por cuanto me devolvió a mi amor verdadero y me dió el coraje para tomar decisiones difíciles. Ahora estoy acá, a miles de kilómetros de distancia de un país que macera en mierda a sus propios bástagos. Pero paradógicamente, cada vez que escribo puedo ver en mi corazón la silueta del Ávila... Y no siento culpa.

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