sábado, febrero 24, 2007

¿Cómo pensar en balas cuando el alma habla?

Migración de Escrúpulos XXXII

El vino espera por mi en la mesa, tal como hace ese post echado al lado sobre el mezquino presente de una niña llamada Silvia, mi amiga viviendo en un hiperbólico país llamado Venezuela.

No me malinterpren; EEUU es otro movedizo territorio de sueños frígidos.

Pero a veces las cosas se hacen fáciles cuando tienes con quién hablar, cuando al menos existe la certeza que puedes irte o quedarte, amoldarte o hacer una trinchera, ganar dinero o ganar un sueño, depender de un tiempo o de un sueldo... en fin, hacer lo que te sale del forro del culo, pagando el precio.

Ahora amo el pequeño Coral Gables donde me hospedo por no se cuanto tiempo... y me como las uñas pensando en cuál va a ser el siguiente paso. Pero al menos me queda la incertidumbre como alternativa.

Sin embargo, cuando hablo con Silvia, ni siquiera el maravilloso CD que me regaló Luis carlos me hace olvidar su voz chillona y sus risa sardónica, demasiados para tener 15 años.

"¿Qué cómo estoy? Aburrida de este lugar donde no pasa nada, donde no hay Internet, no hay ni siquiera gobierno porque el alcalde vive fuera del pueblo y donde nadie cree en nada sino en el gobierno que les de subsidios y dinero".

!Tanta amargura! Me siento tan pueril en comparación.

Pueblo de agricultores al fin, para ella la única opción diferente a ordeñar vacas en el campo o salir con una barriga es trabajar en el único abasto-centrotelefónico-restaurante-peluquería del lugar.

Bueno, pero al menos que se divierta, le digo como la amiga que es. Total, los lugares son menos hostiles cuando tienes a quien besar.

"Ay prima, aquí todos los hombres o son montacachos (infieles), o son celosos, o tienen hijos (¿?) o son mente pollos."

Un dejo de amargura me estruja las tripas cuando escucho eso de una niña a la cual no quieren que la llamen niña más nunca. Peor, la billis se me escapa de la boca cuando caigo en cuenta de lo que habla a través de otro comentario hecho por otro pequeño conocido hace un tiempo atrás:

"Primero mi amigo me contó que quería una machito (camioneta rústica) con cauchos anchos y super cornetas como regalo de 15 años. Luego me contó -!mirando al cielo con una carita!- que su segundo sueño era tener una pistolita. Uno no es nadie sin un arma".

Chávez, gracias por la instrucción pre militar obligatoria.

Ahora todos mis primos saben desde los 15 años como defenderse en una hipotética guerra asimétrica, cuando otra batalla -bien real- se libra en las calles entre quienes desean un futuro diferente pero sabes que nunca lo tendrán. Patria o muerte.

Ni pensar cuán aburridas eran las clases de Educación Cívica y Ciudadana que recibía en el colegio. ¿Aún las seguirán impartiendo?

jueves, febrero 22, 2007

Venezuela es una lata de diablitos




Migración de Escrúpulos XXXI

Cada ciudad es el reflejo de la voluntad de sus habitantes. Miami, mi rosada malhablada, intenta soñarse en si misma como algo mejor. El sólo hecho de pretenderlo es meritorio, aunque eso -lamentablemente- signifique el desplazamiento de miles de personas a la periferia, así como reparaciones en la vía que nos roban tiempo vital.

Igual en Caracas se montan en los cerros por no poder estar a la par de las caras pretensiones de Caracas, chula y pretensiosa.

Cierto Martha Beatriz, el tiempo se hace eterno cuando manejas por la US1 durante horas picos. Admito también que no me he metido tampoco en la página web para revisar los horarios de las reparaciones en Miami. Pero al menos existe esa opción para quien tenga la voluntad de usarla.

Quién esté de novios con la ezquizofrénica-paranoide pero bella Caracas, tiene que bajarse de la mula emocionalmente y apretarse el cinturón.

Pero así hemos hecho todos.

Quién esté saliendo con la pedante pero cimbreante Miami tendrá que calarse sus gritos, su cartón piedra-ciudad tapando su historia de pueblo feliz-pero alguna ve pobre y sus malos modales.

Cada uno hizo su elección y paga el precio... a veces para descubrir que casi obtuvo lo mismo.

Los venezolanos somos como somos cualquier gentilicio: cuando nos mudamos a una casa nueva, sacamos todos los periquitos de la caja y los ponemos encima de la mesa de igual manera que lo hacíamos en la casa anterior.


No nos sorprenda que todos los sitios se parezcan entre sí.

A mí me New York me pareció igualita de caótica y divertida que Caracas. Lo que acabo de decir puede sonar a herejía, pero lo mismo me pasó en Roma, en Vancouver, etc... en todos reconocía un pedazo de mi ciudad natal.

Traté de enseñarle a Luis Carlos la ciudad de la cual me había enamorado por segunda vez, y terminé escuchando el CD de Saúl Vera que me regaló Rodo y Laura con lágrimas en los ojos.

Tan boba yo.

Al final Venezuela es como la lata de diablitos que solíamos llevar a la playa o a la montaña y destapábamos cuando nos pegaba el hambre hereje. Esta vez la mochila es nuestro propio corazón.

sábado, febrero 10, 2007

En un concierto, ¿quién suele hacer el coro?



Migración de Escrúpulos XXX



Miami. !Ah! No es fácil, pero vale la pena. Principalmente si el intento es acompañado por un coro de voces sacudiéndote el corazón. Más bien sacándote una sonrisa a cosquillas. !Claro!, se trata de Bobby McFerrin, el pícaro que cabalga sobre melopedias de jazz.

Y yo lo escucho, apretando fuerte la mano de mi chico, recordando mis propios susurros de la noche anterior. "Esto nos concierne porque trata acerca de las condición de nuestros sentimientos", dice el aeda de los pies inquietos al cantar. Son emociones que se desgranan en abecedario travieso y luego... silencio.

Y después la gra oportunidad para quién esté en el momento y en el lugar correcto. Solo pensarlo me agarra un nervio de la espalda como si fuera un cable de tracción. Sin embargo, no me roba la sonrisa.

Los sonidos van descendiendo por las sillas del teatro como la esperanza en comparsa. Pero no es el fin, porque ahora viene mi turno...