sábado, enero 10, 2009

Despeinada o del arte de tener una hebra de autenticidad



Migración de escrúpulos XLX

Por más que lo intente, nuca he podido hacerme una cola de caballo decente. Los cabellos se me escapan como palestinos rebeldes intentando franquear el cerco de gelatina al cual los someto. A veces quedan amontonados en un irregular paisaje de copetes indiscretos y espirales en gueto. A veces enmarcan mi rostro con una irregular patilla que le causarían envidia a Elvis.

Así es él. Nunca cuadra, no se deja someter a las tantas categorías que yo o las proyecciones de mi misma han intentado: estudiante de colegio de monjas (agraciada con piojos y media beca), heredera de intelectuales y políticos venidos a menos (un poco más abajo que la pata, es decir, el suelo), cazadora de utopías domésticas de bordes dorados y secador de peluquería, activista de causas sociales derretidas bajo el sol, periodista de maquillaje impecable y pluma implacable...

Nada, el pelo se estira en una Asana de yoga, retando incluso a la gravedad, escribiendo un compromiso con una persona que ya no es desconocida a fuerza de tanto emigrar de piel.

Pelo lindo me solian llamar.



Ahora uso sombrero.

El dibujo pertenece a la artista Paz de la Calzada.

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