martes, abril 08, 2008

"Apalangrar" o del periodismo sin culpa

La Jaula de Oro XII

Cuando el Catire me tocaba las tetas, me las dejaba como biscochos recién horneados listos para remojar en leche tibia. Los pezones se me ponían como conchitas de naranja que expelían perfume al sentir presión. ¡Qué delicia!

Con la excusa del cansancio, me senté encima de sus piernas. El Catire ni se inmutó y siguió su conversación sobre alguna pendejada intelectual que no me interesa. El pana pretende ser demasiado cool como para perder el tiempo en explicarme el contexto y dejarme participar en la conversación como corresponde, pero tampoco me importa. Lo único valioso para mí -en ese momento- es su mano boy scout debajo de mi falda, intentando llegar al manantial escondido dentro de mí.



"Catire bello, mi audaz espeleólogo, te mereces una medalla", pensé, camino al baño. Sentía las miradas masculinas clavarse en mis tetas y eso me excitaba aún más. Ya dentro del baño me retoqué el maquillaje, me acomodé el pezón travieso dentro de la camisa y me quité la pantaleta, hecha una sopa.

"Puta, eso es lo que eres", me dijo una mujer justo al salir del tocador. Al voltear me encuentro a mi jefa, vestida -muy acertadamente- con una camisa blanca de seda y con un maquillaje que acentuaba sus ojos azul intenso. La muy atrevida se tomó su tiempo para estudiarme y luego me estampó un beso leve en los labios. "Ni siquiera usas pantaleta" dijo, mientras yo apartaba su mano de la raja de mi vestido.

¡Qué desagradable! La gente se toma unos tragos y se vuelve loca... enfrente de todo el mundo." En esas pendejadas venía pensando cuando me encuentré al Catire instaladísimo hablando con mi hermana Eloísa. Del tiro, la sequía acabó con mi vergel. No es que no la quiera, pero tampoco me gusta que mi "aventura de una noche" se convierta en una reunión dominical.

Porque eso es justamente lo que es Eloisa: un matiné de películas Disney con príncipes bestias y plebeyas hermosas incluidas.

"¡Estoy gratamente sorprendido con tu hermana! Hablábamos de política y Eloísa ha demostrado ser una persona que lee periódicos, después de todo", dijo el semental mientras jugaba con la punta de su pene a través del bolsillo.

No quise reaccinar... aún. Solo quería NO perder la fe en mi hermanita y no me defraudó. Se inclinó a darle un beso en la mejilla para despedirse y le susurró algo en el oído. La calentura que las quirúrjicamente perfectas tetas de mi hermana originaron en el Catire se convirtió en hielo. El hombre se convirtió en ratón y el asiento en gato.

-"¿Qué le dijistes, hermanita?".
- "No seas curiosa, Tatiana... Beso".

Honores a quien lo merece. Cada quién lucha sus batallas como puede y a mí me estaba esperando una a capa y espada. Además, no quería irme sin lo mío esa noche.

Amor de geeks

-"¿Entonces Catire?"
-"¿Entonces qué, Tatiana", exclamó con agresividad. "¿Cómo va la revolución?
-"¿El trabajo? Bien gracias. Por cierto, en estos días hablábamos de tí en El Imparcial."
-"¿Cosas buenas o malas?"
-"Nos acordábamos de cómo nos partíamos el culo trabajando para tí en La Justicia mientras tú se lo partías a las pasantes."
-"¡Qué tiempos aquellos! ¿Verdad, Eloísa? Ahora mírate, una periodista hecha y derecha que parte y reparte en los pasillos del Congreso."
-"Aprendí del mejor palangristra: tú. Lástima que estás en picada."
-"¿Qué tu sabes? No me va nada mal, querida. Y a tí te podría ir mejor si te dejaras "aconsejar", dijo Catire mientras me invitaba a sentarme encima de él.

Ya en sus piernas, Catire me dió una tarjeta que casi desecho después de aspirar. Pero sus gestos me detuvieron a tiempo. El nombre y el teléfono, escrito en una caligrafía conocida para mí, me devolvieron la lucidez.

-"¿Qué es esto, Catire?" dije alarmada.
-"Esto es una cordial invitación a colaborar con nosotros. Nos gusta como escribes, qué te puedo decir", dijo, esgrimiendo su sonrisa más seductora.
-"Pero tú sabes que trabajo para el gobierno, perdón, (mirando para los lados) la revolución. No voy a arriesgar mi posición para cambiar a guatepeor."
-"¿Qué pasó con la periodista que creía en el libre albeldrío y en la democracia?"
-"Bien gracias, ahorcada con las "cómodas cuotas" de un carro y un apartamento nuevo..."
-"¿Qué pasó con tus ideales de justicia social? ¿Y con..."
-"Verga Catire, tu si hablas guevonadas", exclamé mientras agarraba la cartera. Pero el galán de otoño me detuvo con una cifra escrita en el mismo jodido papelito. Cifra que yo taché para escribir mi precio: hay una gran diferencia entre una puta y una cortesana.

-"Tu si tienes bolas, Tatiana".
-"Bolas no, una pepita bien, pero bien peluda. Si quieres te la enseño", dije, sin terminar de tomar mi cartera Furla.
Catire tomó mi mano y la besó. Luego empezó a chupar mis dedos con fruición. "Si escribe también como coge, yo quiero conocer a tu amiga."

Dark rainbow (detail 2)

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