domingo, enero 04, 2009

Sobre dar las gracias en una noche de insomnio



Pensé que podría organizar un poco mi vida con las vacaciones de fin de año. Pero no, aquí estoy aún, pensando qué carajo voy a hacer mañana, que sigue. Eso lo descubro ahora domingo, justamente cuando faltan 10 minutos para el lunes, mientras intento descifrar el futuro con la luz apagada.

Puto insomnio, herencia materna.

Orar me da paz, pero esta vez me llena de incertidumbres con sabor a culpa, ese acidito que regurgitamos mientras caminanos al lado de un una pareja escondida entre cobijas y cartón al borde de la acera. ¿Saben de lo que hablo?

Y no es un sentimiento pequeñoburgues de querer ignorar lo que pasa a mi alrededor. Créanme que muchas veces lo intento. El problema es que aquí en Estados Unidos, donde el crédito nos tiene sometidos a un tiempo constantemente conjugado en presente, la distancia entre un techo y la calle es aleatoria, a veces mínima. El modelo de pasarela, si comete un exceso, puede convertirse en recogelatas o algo peor. Y los excesos, especialmente los de orden psicotrópicos, están a la orden del día en esta ciudad.

No me había dado cuenta de ello cuando vivía en Latinoamérica, donde la distancia entre clases puede sentirse como un océano. Y no hablo de ser rico, sino de ser simplemente clase media. Por ello la historia de la cartonera (recogelatas) que se convirtió en modelo cautiva la imaginación. El hambre de futuro llevó a Daniela Cott a saltar la barda en una sola generación.



Cuando sucede, solo queda dar gracias... a Dios por las oportunidades, a la mano generosa que creyó en nosotros, a nosotros mismos por no perder la fe.

Entonces supongo que es un post sobre dar las gracias, escrito en una noche de insomnio. Mi curiosa manera de rezar.

Suelo dedicar mis domingos a hacer picnis en un maravilloso parque en San Francisco llamado Dolores Park. Me encanta especialmente dibujar mientras tomo vino y como deliciosos quesos malolientes. Me gusta, además de su impresionante vista, su fauna humana: por un lado los hippies viejos, la comunidad gay, los bohemios en bicicleta, las familias con chamos y los mendigos, a los que suelen llamar homies.

Mis amigos siempre bromean al respecto diciendo si ando de parranda con los homies. El lunes por primera vez les di la razón. Un chico adolescente con aspecto de geek, pero con la voluntad secuentrada por alguna razón que aún no alcanzo a adivinar se acercó a nosotros con la excusa de un sacacorchos. Luego nos confesó que no conseguía a un amigo y que muy a su pesar tenía rato durmiendo en el parque (en pleno invierno). Hasta su nombre era mentira, pero su hambre era real, así que fue nuestro invitado. Luego llegó un chico filipino gay de lo más educado a compartir el momento con nosotros, que alternaba con "hacer la calle" (creo) disimuladamente. Luego llegaron otros más, que se fueron rápidos. Fue un momento surrealista, que de lejos se parecía a la película "Viridiana" de Luis Buñuel (mis intenciones estaban muy lejos de eso). Más tenía que ver con almorzar acompañados de nuestros temores arcanos.

De verdad somos afortunados. Pero lo somos en la medida que seamos libres y dueños de nuestras propias acciones. En la medida que conservemos los sueños intactos.

¡Feliz año 2009!

1 comentario:

luis dijo...

Igual y tambien que tengas un año muy, muy productivo.
aqui en el pais el hambre esta cerca, y eso nos tocara a todos, solo los muy ricos se salvaran de la debacle que es inevitable. Y cuando pongan las tarjetas de racionamiento muchos (tal vez yo tambien) daremos las gracias al gobierno.
Simpre hay cosas peores. aqui lo uqe viene, no es juego.