miércoles, julio 09, 2008

Realismo mágico: la inseguridad en Venezuela

Migración de escrúpulos XLVII

* (en) Venezuela LocationImage via Wikipedia"A mi me gustaría ir a Venezuela", dijo la dueña de la tienda de juguetes en Noe Valley, San Francisco. Creo que mi sonrisa era como la del hada que compraba para Koral: plástica.

"Siento que algo me llama a visitar ese país, pero temo que sea..." La señora tiene ojos sinceros, de esos que se achinan cuando piensa o sonríe. Me volteo intentado -sin éxito- buscar al niño al cual le dedica el giño del silencio.

Sólo me encuentro con el rostro infantil de la nostalgia. La de ella y la mía. Parece que ambas compartirmos la culpa de comer de las vacas del sol, consumiendo de esta manera nuestra esperanza de regresar. ¿Porqué vinimos a parar aquí? ¿Ambición o miedo?

"¿Temes que sea muy peligroso?", le respondí.

"Sí, exacto", dijo mientras regresaba las pequeñas hadas a su montaña de fieltro, excepto una, la del cabello oscuro. Una elección acertada para mi amiga y compañera de poesía, quién solía tener su casa repleta de hadas que veía en medio del humo y el tarot.



"Puedes evitar el riesgo. No tienes que ir necesariamente a la capital, Caracas, que es una ciudad muy violenta." Al decir eso, inmediatamente me transporté a los tiempos en los cuales trabajaba para El Universal en la Avenida Urdaneta. Una bizarra rutina se había instalado en la vida de los reporteros que trabajaban allí: la lluvia de balas a las 3 de la tarde, justo a la hora del café. Por ello blindaron los vidrios a prueba de balas.


"Puedes ir a las montañas de Mérida, a los llano o incluso mejor, a la playa", agregué , mientras recordaba mi infancia en Lechería. Cuando tenía 7 años me encantaba escaparme del complejo residencial donde vivía con mi mamá y mi hermano para ir a buscar ponsigué, una fruta parecida a ciruela. El problema es que el árbol estaba a 8 cuadras de distancia de mi casa, un poco lejos para una pandilla de mocosos estudiantes de primero y segundo grado, solitos. De cualquier modo, nunca nos pasó nada.

"¿La costa? A mi me da un poco de miedo las costas venezolanas", dijo.

"¿Porqué?"

" Es que unos piratas asaltaron el yate de una amiga en Morrocoy. Llegaron en la noche en un barquito y se llevaron todo. Mi amiga se salvó porque se escondió en el baño, pero los demás, una pareja de mi edad (casi 60 años), los acuchillaron y los dejaron allí, tirados a la buena de Dios".

Me quedé fría, esperando que me tragara la tierra. "I am sorry", babeé a modo de disculpa ajena.

"No te preocupes", sonrió con sus ojos de agua. ¿Y tú de donde eres?"

"De Venezuela", senda cagada de país. :(


Zemanta Pixie

3 comentarios:

hectorpal dijo...

Es increible la de vida que se pierden y no pasa nada. También perdemos un montón de energía. A veces se me ocurre que es uno de los principales problemas que tenemos para que nos vaya mejor.

A mi también me han pasado esas cosas, aunque sin la vuelta de tuerca de los piratas.

luis dijo...

En la urb las fuentes donde vivo hay unos carritos por puesto que practicamnte es para andar en el paraiso o ir al banco y similares, Hasta ahi nos han asaltado, y una vez con extrema violencia.
y olvidate de ir a lugares apartados, hace como dos meses fuimos a chuao y pensamos en quedarnos para la cruz de mayo, que decian que era muy bonito.
Un señor que conozco desde hace mucho tiempo y vive ahi, me dijo que era mejor que no lo hiciera, me conto que habian violado a parejas extranjeras y venezolas (a los dos) y luego los habian robado, y me recomendo, viendo a mary, que era mejor que nos fueramos y que no tomaramos las mototaxis, no se como sera en Cepe, pero mejor no lo averiguo

Anónimo dijo...

La violencia ha cubierto todo el país, ya no sólo Caracas.