lunes, julio 06, 2009

Esas vocaciones extrañas que se escapan de vez en cuando: la escritura



A veces cuando tengo unas ganas terribles de escribir me voy al refrigerador, me preparo un café, me siento en el sofá con una revista Vogue y espero...

El remedio casi nunca me ha fallado desde que llegué a esta ciudad hermosa y confusa que es San Francisco. No sé a quién echarle la culpa. Creo que tiene que ver con la niebla que me pone el corazón chiquitico.

¿Qué es escribir a fin de cuentas? Yo podría definirlo como el acto de darle forma narrativa a una neblina tóxica que no te deja respirar. Pero a diferencia de otras ocasiones, en otras geografías, la nube seguía allí, ocultándome el goce del sol. Y fue por eso que paré... por un rato.

Pero no puedo dejar de negar que al ver a mis otros compañeros intentando "salvar al mundo" me siento un bicho raro. Hasta mi querido HANK logró que en algún momento su proyecto ARCHIVD para salvar el conocimiento que flota en la web buscando un suelo donde echar raíces fuera reseñado por el New York Times.

Claro, no siento culpa, al fin. Durante muchos años sacrifiqué el goce de la creación a la consecución de formas estéticas. Debo admitir que no escribía muy bien cuando empecé en aquel curso de narrativa del CELARG. Ni sé como fui seleccionada, la verdad.

Mi ex mentor literario decía que había "algo", pero había cierta incoherencia en los texto que lo diluía. ¿Qué esperabas de una venezolana improvisada y frívola de 17 años, Sael? Con razón decías que hay que ser mejor persona para ser mejor escritor.

Por otro lado, mi ex tutor periodístico atribuía la debilidad de mis escritos a "la falta de una buena cogida". Es decir, según él, me faltaba el toque mágico de un pipí a la hora de escribir. Claro, a lo que ellos le llaman bolas yo podría llamarle ovarios. Pero también podría llamarle corazón, si no fuera por el placer del goce puro que se encontraba ausente en mis letras...

Yo no encontraba placer en escribir.

A varios años de distancia es que puedo apreciar la riqueza de tan prosaico consejo. El futuro no debería robarle el placer al presente, que es lo único con lo cuál contamos).

Al final se trata de ambiciones, que es la textura más aspera de los sueños. Algunos de ellos parecen lijas de uñas para lobos, por cierto. Por eso me siento libre de compromisos de morales prestadas.

(Entrada escrita en julio, pero nunca publicada hasta ahora.)

(continuará...)

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