martes, agosto 22, 2006

El verbo es una espada... o un bisturí.

Migración de Escrúpulos XVII

(La ilustración proviene de la Revista EME, El Nacional, 17/08/2006)

Las palabras zahirientes son la rutina para cualquier mujer latinoamericana. Un estilo de vida que comienza cuando aún somos unos indeseables patitos feos y prosigue en nuestra etapa de cisnes, también indeseables.

Los primeros adjetivos afilados nos los lanzan nuestras madres. ¿Alguna vez no te han insultado por hacer algo indebido? Derecho de pernada.

Cuando te colocan los primeros zarcillos de "inútil", pesan tanto como unas lágrimas en un rostro de seis años. Y molestan tanto, que te las sacudes a moco tendido. Tales fluidos a su vez solían estar acompañados -antes que existiera lo de los derechos infantiles y toda esa pendejada- de una buena nalgada.

Ahora el teatro solo necesita de diálogos eficientes.

El leit motiv eran los hombres, por supuesto. Como complacerlos, como parecer respetables, como ser deseables. Como aparentar clase. Como tener clase. Como competir de mujer a mujer, como blablablabla....

Quisiéramos nosotros que fuera blabla. Pero la evidencia de un mundo concebido como un escenario nos abruma. Principalmente a quienes buscamos el éxito.

Yo busco el éxito para no tener que depender de nadie para ser yo misma en holgura económica. Para tener la holgura económica que me permite ser yo misma no puedo permitirme ser yo misma mientras busco el éxito.Enrendado, ¿no?

Ni yo misma lo entiendo.

Tengo que arreglarme una hora antes de salir. Tengo que evitar ser demasiado "entusiasta" ante la gente. Tengo que evitar hablar más de lo necesario. Tengo que ser discreta (con 1,8 metros). Tengo que dejar de usar apodos, ironías, denuedos. Tengo que incluso dejar de hablar de filosofía o literatura porque asusto a los hombres (y a todo el mundo). Tengo ahora que dejar de llorar en público, porque las mujeres exitosas tienen el rostro seco. Tengo que andar con mujeres lindas de mi edad si quiero que se me acerquen tipos cheveres antes que suene la alarma de mi reloj biológico. Tengo que.... !al carajo!

¿No se supone que estoy en los Estados Unidos?

Que porquería puede ser el lío del latin root. A veces es como una cadena-raíz que te impide deslastrarte de las frustraciones de un continente atomizado en individualidades.

La vida en Latinoamérica es una fiesta tropical llena de alcohol, pero siempre hay un conductor designado... generalmente mujer. Apeteciblemente novia del dueño de la fiesta.

Solo me la calo mientras ahorro para dar el siguiente paso.

Coño, ¿pero cuándo?
Zemanta Pixie

2 comentarios:

Carmen Bellver dijo...

Una visita de paso, aunque podría volver. En cualquier caso mi enhorabuena desde la otra parte del charco, por escribir a la red sin saber quien está al otro lado. Para eso también se necesita valor. Que encuentres lo que deseas. Un saludo

YTA dijo...

No es fácil ser mujer en ningún rincón del planeta. Pero vale la pena, porque al final se trata de dar vida, de no perder la fe (en Dios y en uno mismo).

No sé quien me lee. Puedo suponerlo al punto que he llegado a autocensurarme un par de veces...

SIn embargo no he dejado de trabajar por lo que considero justo a través del periodismo investigativo. Igual le soy fiel a la estóica -y no siempre agradable- misión de desnudarme de un prejuicio en cada artículo.

Al menos lo intento.

Soy orgullosa de lo que soy, de mis raíces, de mi fe. Pero nadie es superior a nadie. La mayoría de las veces somos peor de lo que pensamos. Reconocerlo es el primer paso para ser mejores seres humanos.

Un abrazo.