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martes, agosto 21, 2007

La isla de los comedores de loto



Migración de Escrúpulos XXXVIV

El sol los vuelve locos. Se tiran en la arena cual cocodrilos, mientras en en el mar helado nadan leones marinos y focas. "¡Es verano!" exclama una chica bien abrigada, al tiempo que observa un señor mayor aireando sus desnudeces frente a ella. Desnuda, así me siento de nuevo luego de muchísimo tiempo. Vestida como un bebé recién nacido, le doy la bienvenida a este nuevo tiempo de esperanzas. Mi único ornamento es una fe blanquísima, como el luto africano. Y un esposo excéntrico a más no poder. Y un hermoso gato salvaje, pero preso de una enfermedad. Así encaro el futuro y dejo este verano aciago del 2007 atrás. Otro sol volverá a brillar en ese entonces... no el mismo que abandonó a Isa o a Franco.

Pobres lectores, disculpen por abrumarlos con mi dolor personal. Prometo que será menor la próxima vez. ¿Acaso el blog no es un diario de navegación?

La verdad no tengo de qué quejarme, aparte de lo normal. En San Francisco es verano, la época de los conciertos al aire libre en medio de bosques espectaculares, tal como los del Stern Grove Festival. En esta última ocasión le tocó a la Orquesta de la Ópera de San Francisco acompañada de Patricia Racette. Su voz de soprano agitó las ramas de los pinos y se terminó posando en las copas de vinos de los espectadores, embriagados de cultura y aire puro.

También estuvo la fiesta. Un patio lleno de tomates, fresas y gente. Todos embriagados por guarapita, tequila y más vino, celebrando la amistad. La verdad conocía a pocos y en profundidad a ninguno, pero el hambre de proximidad era mucha. La verdad nadie quería conversar sobre su pasado, como si hubieran nacido ayer. Adultos que, cansados de llorar, se mudaron a la isla de las flores de loto.


(La imagen pertenece al en Rincón del Vago)

sábado, marzo 10, 2007

Voy a celebrar mi día tomando ron en la playa

Migración de Escrúpulos XXXIII

Me disculpo con ustedes por ser tan pretensiosa y melcochuda. Les prometo que en este próximo post voy a llevármelos a tomar sol conmigo a Miami Beach, bañarnos en el frío y salado mar, empegostarnos de la blanquísima arena artificial y pasar un buen rato.

Vamos a sacudirnos esta pretensión fatua que nos embarga a los venezolanos que pretendemos "pensar". Especialmente ustedes, chicas. Vamos a ponernos un biquini y lucir nuestras lolas nuevas, aunque se nos salgan uno que otro cauchito que no podemos bajar porque la depresión generada por estar solas no nos da tregua con el metabolismo. No se preocupen, ningún gordinflón flatulento nos volverá a decir "gorda" durante éste nuestro día (semana, año, vida). Ni siquiera el espejo. Vamos a pretender ser amadas por lo que somos y no por cómo lucimos, porque esta única vez vamos a lucir lo que somos. Vamos a ser dejar de ser unas "mamacita", porque yo ya estoy harta de ser la madre de mis hombres y la mascota de mis amantes. Vamos a ser ... !mujeres!

Ya acostadas en la playa, manoseadas por el astro sol, vamos a pretender echarnos una autocalentada bien buena con "Helarte de amar" de Fernando Izawaki... ese tipo SÍ nos tiene ganas, carajo. Eso sí, escondan el libro tras una revista Cosmopolitan por favor, no sea que piensen que son demasiado inteligentes y no levanten NI LA ARENA.
Luego vamos a echarnos un traguito del ron que trajo la panita encaletada en el bolso , cual si fuera jugo de naranja... chicas malas al fin y al cabo.

No faltará la discusión de la veracidad de ciertas afirmaciones científicas como:
-"No importa ni lo grande ni lo grueso, sino lo que dure tieso"
-"Quien duerme con niños amanece mojado"
- "Quien duerme con viejos tiene que cambiar interiores"
- "Al hombre mayor solo se lo levanta una grúa la segunda vez"
- "Billete mata galán"
- "Los gringos solo se mueven hacia adelante y hacia atrás"
- Etc.
Luego vendrá un tiempo deliberado de deliberaciones beligerantes donde ya todas estaremos ebrias para articular una frase y ya ninguna podrá manejar excepto la pana que se llevó al macho a la reunión por pendeja y ahora no puede hablar abiertamente por... pendeja.

Lejos habrá quedado entonces el dolor de un divorcio generado por la ceguera del dolor ajeno de A, los besos nunca dados por falta de práctica de B (que se le olvidó en la portada de un libro), la incómoda certidumbre de vivir en una permanente incertidumbre, el vacío de precisar que no pertenecemos a ningún lugar más que a nuestras ideas y convicciones... que al final no nos garantiza la felicidad.

Pero para qué recordar esas pendejadas... !Estamos en la playa! !Yuppi!